EL Dr Pedro Guillén
Nací en la Algaida, una pedanía de Archena (Murcia), el 6 de diciembre de 1938. Mis padres, Pedro e Isabel, supieron transmitir a sus hijos (soy el mayor de cuatro hermanos), que el tesón, la confianza y el esfuerzo son los condicionantes fundamentales y decisivos de una labor bien hecha y sobre todo de la que uno mismo puede responder con tranquilidad ante los demás.
Mi nacimiento en la Guerra Civil, así como mi infancia en plena posguerra, modularon mis primeros años, marcando un carácter con fortaleza frente a las dificultades.
Realicé los estudios de primaria y bachiller en Archena y durante esta etapa ya se despertó en mí un gran interés por la Medicina, al conocer al médico de este pueblo, D. Pedro Jiménez, quien me pulía y enseñaba el valor de la Medicina Rural y las actuaciones profesionales en partos, pequeñas cirugías, fracturas, vacunaciones…
Todas estas enseñanzas fueron modelando mi espíritu, siempre ávido de conocimientos y me permitieron recurrir al Manual de Diagnóstico Etiológico de D. Gregorio Marañón, para contrastar síntomas y signos que me revelasen el diagnóstico de certeza.
Finalicé la Licenciatura en Medicina y Cirugía, Universidad Complutense de Madrid, en 1964. Fui alumno interno de Cirugía General y Traumatología en la Cátedra del Prof. D. Martín Lagos, coincidiendo con los Profesores Palacios y Carvajal, Tamames y Estades.
Además, llevé a cabo la Reválida de la Licenciatura con la calificación de Sobresaliente y con la inauguración de la Ciudad Sanitaria de La Paz en Madrid, me incorporé al Servicio de Traumatología y Cirugía Ortopédica con el Prof. Palacios y Carvajal.
Desde el inicio de mi formación académica comprendí que la Embriología y la Anatomía eran los pilares para lograr mi anhelo profesional: la Traumatología y la Ortopedia.
Los Profesores D. Francisco Orts Llorca y D. Juan Jiménez Collado fueron los que sembraron mi inquietud por la Embriología y el sentir que, en investigación, no todo es válido, enseñándome que la dignidad y la vida humana son incuestionables y no se pueden ni deben traspasar sus barreras.
Con el Prof. D. Hipólito Durán Sacristán trabajé para obtener el conocimiento de cirugía, válido para actuar como cirujano ortopédico y traumatólogo. Completé mi formación en la especialidad con los Profesores. Merle D´Aubigné y R. Roy Camile en Francia, y con Harold B. Boyd de la Clínica Campbell, en Estados Unidos. Mis referentes en la Traumatología Deportiva fueron los Dres. López Quiles y Cabot.
Durante mi estancia en el Hospital Clínico de San Carlos conocí a mi esposa, Pilar Vicente, con la que tengo tres hijas; dos de las cuales, Marta e Isabel, han elegido la Medicina y dentro de ella, la Traumatología y Cirugía Ortopédica. Pilar, la mayor, es la actual Directora General de Clínica CEMTRO.
En 1972, con ocasión de la inauguración del Hospital de MAPFRE Mutua Patronal de Accidentes de Trabajo, en la actualidad FREMAP, en Majadahonda (Madrid), me incorporé al mismo como Jefe de Servicio de Traumatología y Cirugía Ortopédica, siendo nombrado en 1979 Director Médico del Hospital y un año más tarde Director Nacional de los Servicios Médicos de Mapfre Mutua Patronal, labor que he desempeñado hasta el año 2000, con ocasión de la inauguración de Clínica CEMTRO, como sueño perseguido durante muchos años.
Nuestra permanente inquietud científica nos llevó a crear una Unidad de Investigación en el Hospital de Majadahonda. Organizamos el primer curso de Técnico de Cirugía Experimental que tuvo lugar en España, con el título “Bases en Experimentación Animal”, Hospital Clínico de San Carlos de la Facultad de Medicina, Universidad Complutense de Madrid, 1974.
Con esta destacada y actualizada labor investigadora llevamos a cabo distintos trabajos y uno de ellos sobre “Soldadura ósea con ultrasonido”, que obtuvo Premio Nacional de Investigación en 1983, otorgado por la Sociedad Española de Traumatología y Cirugía Ortopédica.
Muchos pacientes se beneficiaron de estos avances y la investigación traslacional, de la que hoy se habla, ya la aplicábamos en la década de los ochenta del siglo pasado con el objetivo de “facilitar la transición de la investigación básica en aplicaciones clínicas que redunden en beneficio de la salud”. Esta medicina traslacional está dirigida a amortizar en beneficio económico y médico, al esfuerzo dedicado a la investigación básica.
Continuando la labor investigadora, en Clínica CEMTRO, fundada en 1998 con 150 camas, dedicada esencialmente al Aparato Locomotor, hemos creado una Sala Blanca o Estéril para el Cultivo Celular. Somos líderes mundiales en la aplicación de Cultivo de Condrocitos Autólogos en los defectos condrales y osteocondrales de las articulaciones de carga (rodilla, tobillo y cadera).
La clave para un buen tratamiento está en una investigación interdisciplinar y en el trabajo de un equipo de desarrollo clínico.
El cultivo de condrocitos autólogos es una esperanza para la articulación dañada y fruto de esta investigación, hay numerosas publicaciones en todo el mundo.
Cuánto hemos relatado nos lleva a una reflexión, la separación entre la investigación biomédica básica y la aplicación clínica ha crecido, y a pesar de una explosión de conocimiento sobre los mecanismos de los procesos biológicos, éste no se ha traducido en el incremento correspondiente de nuevos tratamientos. El conocimiento adquirido en la investigación básica ha tenido escaso impacto en la práctica clínica. Ni los estudios realizados en el laboratorio y en el quirófano experimental, ni los ensayos clínicos fase I, reflejan el estado real de los pacientes para poder predecir la eficacia y seguridad de un nuevo tratamiento. Debido a ello surge el concepto de medicina traslacional.
En Clínica CEMTRO intentamos mantener una buena comunicación entre clínicos-investigadores-pacientes, y como debe ser siempre en las ciencias de la salud, el beneficiado será el enfermo, motivo esencial del quehacer médico. Las sesiones clínicas son siempre de clínicos y de investigadores, obteniendo de esta forma mejores resultados. Si no se suma, no se optimiza.
A modo de alegato final, comentar que el único límite, a mi juicio, es la salvaguarda de la dignidad humana, como valor innegociable. Ahora bien, hecha esta salvedad, lo que hace falta son personas dispuestas a cuestionar el mundo y reinventarlo.
No tenemos que tener ningún miedo a la tecnología sino a la falta de ideas y de iniciativa. Todos los avances entrañan un riesgo que tenemos que asumir y pagar el correspondiente “peaje” si queremos que la sociedad siga progresando.